domingo, 21 de agosto de 2011

Ruta al Mulhacén, Sierra Nevada.

Bueno, después de tantas recetas y asuntos histaminósicos, aquí os dejo una entrada que sé que os va a gustar (jeje, lo sé por las estadísticas, que os gustan los diarios de viajes): la épica subida al Mulhacén, que desde que era pequeña y vivía en granada soñaba con hacer, ya que todas las mañanas al levantarme veía la Sierra Nevada desde mi ventana. 

Llegamos a Granada de madrugada, ya que  viajamos de noche porque el coche de Mugen no tiene aire acondicionado (:S). Nos quedamos en un camping de la sierra, en Fuente del Lobo, con bungalows de madera, y chill-out y cosas de esas, porque sería un suicidio haberse quedado en la capital, o haberse metido en los embotellamientos playeros.

Después de dormir hasta las tantas, estuvimos haciéndonos al lugar y al clima. La verdad es que hacía bastante menos calor del que esperábamos. Bajamos a Pinos Genil a comprarnos algo de comida para poder sobrevivir y preparar algo para la excursión, y nos pasamos la tarde en el chill-out del bar, al fresquito, descansando y un poco asustados por el esfuerzo que en breve nos iba a pedir nuestra aventura. 

Cenamos en el restaurante del camping, asumiendo los riesgos que podría tener aquello para mí... 
Brocheta de pollo a la brasa con chalotas. No podía correr riesgos.
La pizza carbonara de Mugen, para tener fuerzas al día siguiente...

Después del atracón, a preparar las mochilas y el equipaje, con un poco de pereza, la verdad, porque el el porchecito de la cabaña se estaba muy bien, al fresquito de la sierra.

Al día siguiente, como no teníamos nada que hacer hasta las 16:30 que salía el bus para las Trincheras de Posiciones, pues nos dedicamos a ver la sierra, subiendo despacico y haciendo fotos en todos los miradores. 


Comimos en los chiringuitos de la Hoya de la Mora, donde me tuve que poner al sol el día más caluroso de este verano, ya que me estaba congelando a la sombra. Allí me compré unas gafas de sol nuevas, ya que las mías había decidido que no me querían acompañar a lo alto de la sierra y se habían partido en dos. Mugen se compró un sombrero de cowboy muy propio, y vi gorros de lana y guantes. Pensé que en verano no nos iban a hacer falta... pero los eché de menos unas horas después.Estuve persiguiendo unas mariposas negras que me habían estado intrigando todo el camino, hasta que conseguí una. Aún no sé cuál es, pero si alguien me lo quiere sugerir, bienvenido.

La ruta planeada era esta:




El autobús salía desde el albergue universitario, en la Hoya de la Mora, y nos subía hasta las trincheras de Posiciones, que son de la guerra civil. Nos explicó JuanDi que desde allí bombardeaban hasta la costa.



 En el albergue habíamos quedado todos para repartir el ron y algunas otras cosas comunes, como la leche en polvo. Nos pusimos al día de lo que llevábamos (yo por ejemplo, era la única que se le había ocurrido llevar Urbason, por si acaso, pastillas potabilizadoras y Compid para las ampollas). También allí me reencontré con mis amigos buceadores Javi y Pabletas, a los que no veía desde Noviembre, cuando el Mar Rojo.

Desde allí, al pie del Veleta, teníamos que atravesar tres laderas hasta llegar a la La Caldera, donde hay un refugio, al pie del Mulhacén. Parece sencillo, y JuanDi, el que había organizado la excursión, nos había dicho que en 4 horas, llaneando, se llegaba bien, con tiempo para parar, hacer fotos... y yo me lo creí.


Mugen y yo al pie del Veleta, en Posiciones.

Pero a la primera de cambio, perdimos al grupo principal, que parecían participantes del triatlón, y nos quedamos Pabletas, Mugen, dos chicos y yo, que íbamos a nuestro ritmo, parando y haciendo fotos. Los demás no se pararon más de dos veces, y siempre los veíamos a lo lejos, si los veíamos. Ellos llegaron en 2 horas.
Camino de ida. Pico del Mulhacén, 3492 m. Vista desde Río Seco.
Así que como no teníamos posibilidades de alcanzarlos, tampoco nos sulfuramos mucho. Además, tuvimos varios encuentros con las cabras montesas (Capra pyrenaica) que no nos íbamos a perder por nada del mundo.

Bombus terrestris, abejorro.

Capra pyrenaica, muy cerca, pasando de nosotros.

Hubo un momento en el que empezamos a escuchar unos golpes secos, y cuando nos dimos cuenta, dos machos cabríos estaban luchando como unos cosacos. No se daban cuenta de que estábamos cada vez más cerca, hasta que bajaron al camino y nos vieron... la verdad es que impresiona, después de haberlos visto pegarse con esa fuerza, ver esos cacho cuernos tan cerca de una. Menos mal que siguieron para abajo, seguidos de un macho un poco más joven, haciendo un paralelo para medir sus fuerzas antes de volverse a pegar.

Dos machos de Carpa pyrenaica, haciendo un paralelo ladera abajo.


Total, que echamos a andar, y a andar, y a andar... y aquello no se acababa. Cuando llegas al Veleta, tienes que cruzar un paso, donde está el refugio de la Carihuela. Si os fijáis en el mapa, hay después de eso, un par de curvas largas que cruzan varias líneas de nivel. Pues nosotros no pudimos seguir el camino ya que había un gran nevero que lo bloqueaba al menos 100m, y en esta época del año, todos sabemos, o deberíamos saber, que no se debe pisar la nieve, ya que puede ser hielo y te resbalarías hacia lo profundo del abismo, o puede ser que esconda hoyos con afiladas rocas donde te destroces. Así que hubo que atrochar como las cabras, por el borde del nevero, hacia abajo.  Era raro, estar en manga corta junto a la nieve.
 



Y el camino seguía. Tras bajar la ladera sur del Veleta, encontramos numerosas cascadas y unos paisajes salvajes y abruptos, con una belleza que te encogía por dentro. La vastedad de aquello te hacía sentirte pequeño, pero grande a la vez, porque tenías que recorrer aquello sólo con la ayuda de tus pies (bueno, y con la de Mugen en mi caso...).



Después de recorrer la ladera sur del Veleta, cuyos valles estaban teñidos de verde alrededor de las lagunas del río Veleta, llegamos al paso de Río Seco, para volver a cambiar de vertiente. desde allí ya se podía ver el Mulhacén, rodeado por montañas y montañas, como si no quisiera que nos acercáramos a él. A aquellas alturas, los fémures empezaban decirme que no diera un paso más, al igual que los tobillos y los pies. Los hombros también se quejaban: la comida pesaba más de lo que a mí me hubiera gustado. Claro que el pobre de Mugen llevaba la tienda de campaña, los microsacos de dormir y las colchonetas de piscina que nos habíamos comprado para ahorrar peso. En el paso corría aire frío, y me tuve que poner el polar, al menos mientras durara la cuesta abajo. Aún quedaba la mitad del camino.


Aún queda mucho tras el paso de Río Seco, pero ya se ve el Mulhacén.
Desde aquí vimos que la gente del "grupo triatlón" se dividía: unos cogían el camino corto, pero vertical y difícil, que subía la loma y la atravesaba por el collado para luego bajar a La Caldera, y otros el camino largo, plano y menos difícil, que rodeaba la loma.

Cuando llegamos al punto de la bifurcación, vimos que nos quedaba media hora o así de luz. Los demás ya estarían montando sus tiendas y descansando. Así que decidimos sacar fuerzas de flaqueza y emprendimos la empinada marcha por el camino vertical y difícil, pero corto.



Cuando llegamos arriba, empezaba a hacer frío de verdad. Claro que las vistas del Mulhacén eran impresionantes a la luz del atardecer.
Refugio de la Caldera, al pie del Mulhacén.


Nos había costado bastante llegar arriba de la ladera, pero al asomarnos, nos dimos cuenta que al menos nos quedaba una hora de bajada, por un camino de cabras que en algunos momentos podía ser bien peligroso. Las piedras afiladas y sueltas, el camino estrecho, la oscuridad creciente,  el aire frío y cortante, lo empinado de la ladera... hicieron que  la bajada fuera un pelín incómoda, más cerca de la escalada que del senderismo. Abajo, en la laguna, ya se veían varias tiendas montadas, pero dado el elevado número de excursionistas que habíamos visto durante la tarde, no sabíamos cuál grupo de tiendas era el de nuestro grupo de "triatlón".


Al fin conseguimos bajar, cuando ya empezaba a agotarse la luz. Por mucho que llamáramos a nuestros compañeros, el viento en contra hacía que no nos oyeran, y por los prismáticos tampoco se los distinguía bien. Decidimos jugárnosla y bajar hasta la misma laguna, donde había más gente.

En cuanto localizamos a la gente, buscamos un sitio y nos pusimos a montar la tienda. El aire helado y racheado nos lo puso difícil; no había manera de que lo que se levantara no echase a volar. Para colmo, todo allí eran piedras, por lo que encontrar un pequeño lugar donde clavar las piquetas de la tienda era misión casi imposible, y cuando lo conseguías, se quedaban flojas, por lo que había que amontonar pedruscos encima de cada una de ellas, y hubo que ponerlas todas para evitar que la tienda saliera volando. Además, Mugen ideó una manera para apuntalarla: en los bordes amontonamos piedras, por dentro y por fuera, a modo de muralla.

Nos anocheció montando la tienda, y para cuando quisimos cenar, lo demás ya estaban con la queimada. La verdad es que parecía que no había otro modo de calentarse, ya que JuanDi nos había dicho en el mail que "con un polarcillo y un saco de verano iba bien" y todo el mundo se lo había creído. Javi llevaba sólo pantalones cortos, y estaba pa morirse de frío. Yo, con mallas bajo los pantalones, camiseta de mangas largas, polar, palestina y poncho made in "El Rocío", estaba tiritando...

Tras la cena y la queimada, llegó la sesión de fotografía nocturno. Yo creo que mereció la pena cargar con el trípode; aunque la intención de la excursión era echar fotos a la estrellas fugaces no se pudo ya que había luna llena, no, llenísima. Así que me dediqué a los paisajes nocturnos con mi pequeña Olympus y el trípode que me había regalado, y luego transportado, mi niño.





Había -2ºC. Estábamos bajo cero, y se suponía que con un polar y un cortavientos íbamos a sobrevivir. Tenía los dedos entumecidos, pringosos después de la pera que había tomado en la cena, pero cualquiera pensaba en lavarse las manos en aquellas condiciones.  Estábamos rodeados de nieve en pleno agosto,  el día más caluroso del verano, cansados a más no poder, pasando frío como los tontos por echar unas fotillos a la luz de la luna en lo alto de la montaña. ¿Mereció la pena?

Allí estábamos, al fin, con la tienda bajo la mirada del temible Mulhacén.

A medianoche decidimos que era la hora de echarse a dormir, y nos metimos en la tienda buscando consuelo y abrigo del viento y el frío. Lo intentamos todo: dormir sin ropa, con ropa, sin calcetines, con calcetines, frotarnos los dedos de los pies entumecidos, meter el poncho dentro del saco, esconder la cabeza bajo la almohada... pero nada funcionaba. De cintura para abajo no conseguía calentarme, y apenas dormí. El colchón, que se había desinflado un poco, tampoco me ayudaba mucho, porque cada vez que me movía para entrar en calor me clavaba las afiladas piedras nevadensis...


En una de esas desesperantes duermevelas, deseando que amaneciera ya y el sol nos calentara un poco, escuché un gorgoteo de agua en la laguna. Asomé el morro con más frío que un tonto y descubrí a las cabras, bebiendo justo en la orilla, junto a nuestro campamento.

Las horas pasaban, la lunaza llena paseaba perezosa por el cielo mientras el viento catabático nos zarandeaba por los cuatro costados y el frío empezaba a congelarnos los dedos de los pies. ¡Por Dios, que amanezca yaaaaaa! ¡Aunque eso signifique coger el caminito de vuelta! Y las cabras, venga a beber, venga a gorgotear...



Por fin amaneció. Aguantamos en la tienda hasta que todo el mundo se había levantado, para aprovechar el efecto invernadero del sol de la mañana, y luego salimos a ver qué aspecto tenía la dichosa laguna de La Caldera a la luz del día.

Desayuné un par de galletas de las mías y un zumo mientras disfrutaba de los rayos del sol del que habíamos andado huyendo el resto del verano, y que 3000m más abajo ya empezaba a asfixiar a mucha gente...

Algunos valientes se fueron a coronar el Mulhacén, pero para la mayoría de nosotros, llegar hasta la laguna había sido suficiente logro. JuanDi y otra chica decidieron quedarse esperando a los valientes, mientras los demás recogíamos y empezábamos la bajada.
La Laguna de la Caldera a la luz de la fría mañana de agosto
Mientras desmontábamos, un acentor alpino (Prunella collaris) nos hizo una visita. Por fin a la luz del día pude verlo con claridad; unos cuantos de estos desvergonzados nos habían acompañado a escasos metros en la difícil bajada de la tarde anterior, pero con la luz tan mala no había podido ni verlos bien.




También pude fotografiar alguna florecilla de Sierra Nevada, endémicas de estas alturas:

Ranunculus demissus
Arenaria tetraquetra


La gente de repente se marchó; estábamos a puntito de terminar de recoger y en vez de esperarnos, desaparecieron como alma que lleva el diablo... estos del triatlón...
Vista del Mulhacén desde el Veleta (paso de Carihuelas)
Así que, sin afán de alcanzarlos, Pabletas, Mugen y yo nos echamos las machilas a la espalda y comenzamos la penosa vuelta, tras una noche de insomnio, frío y cabras. 

La vuelta fue sin sobresaltos; hicimos un descanso en el refugio Forestal, a mitad del camino largo pero fácil y luego seguimos. El sol empezaba a calentar todo lo que lo habíamos echado de menos por la noche, aunque de vez en cuando una brisa fresca nos ponía los pelos de punta.

En el paso de Río Seco, JuanDi y los valientes del Mulhacén nos alcanzaron. Propusimos volver juntos, y nos dijeron que ningún problema, que ellos tampoco iban muy rápido, y durante un trecho fuimos a la par. Pero hubo un momento en el que a Juandi se le rompió una bota; nosotros tres nos paramos a ayudarle, mientras que los valientes siguieron para delante. Lo que me sentó mal fue que Juandi no nos esperó a nosotros, que ya que nos habíamos parado, aprovechamos para forrar los pies con tiritas para las ampollas y beber un poco. Nos dijo que seguí despacito para no enfriarse, pero lo que tardamos en terminar de atarnos los cordones, ya se había hecho una mota en el paisaje.

No sé qué problema hay en los significados posibles de "juntos" o "despacito". El caso es que para ellos no era el mismo que para nosotros, porque cuando llegamos al paso de la Carihuela, el que estaba cortado por el nevero, ya habían desaparecido. Y por ello, no encontramos el atajo que había para subir por debajo del nevero y tuvimos que rodearlo por un sitio un poco más peligroso. 

Tanto Mugen como yo estábamos bastante enfadados. Nos habían dejado atrás. Me sentía abandonada.

Echando chispas conseguimos subir por el nevero de la cara sur del Veleta y alcanzar el refugio, donde ya empezaba a haber algo de cobertura para poder llamar al autobús y reservar plaza en el siguiente. 

Esperamos echados a la sombra de las trincheras, mientras escuchábamos a una familia muy ruidosa y numerosa jugar y entretenerse, hasta que el autobusito quiso llegar, a las 5 de la tarde. Muertos de cansancio, llegamos ya al Albergue Universitario, donde nos tomamos un refresco y un respiro antes de coger el coche para bajar de nuevo al camping. 

Todos mis músculos parecían gritar, sobre todo los de las piernas. Pero conseguimos llegar a Fuente de Lobo, pasando por Prado Llano para sacar algo de dinero. El jacuzzi, con agua calentita y burbujeante, tras una excursión de este tipo es el mejor invento que hay en el mundo. Bueno, eso y un buen masaje de pies...

La noche fue demasiado corta. Teníamos que recoger todo y salir, pero no podíamos irnos aún a Badajoz. Hacía mucho calor y las 6 horas de viaje no nos las quitaba nadie. Así que se nos ocurrió hacer una pequeña visita al baúl de los recuerdos. 

Yo me crié en Armilla, un pueblecito muy cerca de Granada, en la calle Mirasierra, junto a un campo de maíz y un colegio, al que yo me saltaba los fines de semana para jugar con los niños de mi calle. 

No recordaba muy bien cómo se llegaba, pero siguiendo los carteles, y usando un poco de mi memoria fotográfica, encontré mi calle a la primera.
Cuando vi mi casa, años de recuerdos se me echaron encima... años, de soñar por las noches hacía aquello mismo: llegaba hasta la puerta, y me quedaba dudando si pulsar o no el timbre, para descubrir quién vive en mi casa, cómo es, cómo es la vida ahora allí... 
No pulsé el timbre, a pesar de que ya lo había hecho muchas veces en mis sueños. Me quedé allí, como una tonta, recordando muchas cosas. Mi calle antes no tenía salida: al final había unos campos de maíz en los que se me perdía el Gatuchi cuando se escapaba, y se veía la Sierra Nevada todos los días, y al pie se distinguía Granada, muy cerca. 

Pero los campos de maíz ya no estaban allí; una urbanización los había sustituido. La Sierra ya no se veía desde la calle Mirasierra; el colegio de enfrente había duplicado su superficie y los edificios de toda la calle tapaban las vistas, de la Sierra y de la ciudad.

Después de mucho rato, dando vueltas por allí como una tonta, sin poderme despegar del sitio, me decidí a dar un paseo por el resto del pueblo. Armilla es un pueblo-grande-pero-grande, en palabras de Mugen. Probando las calles y llamando a mi madre para que me diera pistas del camino, encontramos mi viejo colegio. Ahora un parque infantil muy cuidado a la puerta le daba un aire alegre, pero los muros de ladrillo hasta arriba de antes me hacía recordarlo con un aspecto mucho más carcelario.



Colegio San Miguel. Armilla. 2011.
Calle Real de Armilla.


Siguiendo por la calle San Miguel llegamos a la Calle Real de Armilla, que llegaba hasta la plaza del Ayuntamiento y la calle mayor. Ahora unos raíles del Metropolitano de Granada la cruzan sin piedad, aunque de momento, hasta que se ponga en marcha, están invadidos por las terrazas de los bares.

Llegamos hasta la Caixa, que seguía en el mismo lugar de siempre, y el calor y el cansancio acumulado nos empezaban a pesar un poco bastante. Nos sentamos en una terracita junto a la futura estación de metro (es un metro de pega, va por encima de la calle, como un tranvía) y disfrutamos del fresquito de la brisa que aún corría. Ideamos un plan para huir de calor hasta que fuera una hora más prudente de coger el coche: ¡piscina municipal! 

Pero la piscina estaba cerrada "porque era fiesta". ¿A qué lumbreras se le ocurre cerrar una piscina el día de más calor del verano, y en fiesta? Menos mal que nos dijeron que la de Churriana de la Vega estaba abierta. Así que nos aventuramos a acercarnos. 

La pisci estaba de bote en bote. No sólo estaba abierta, sino que, como era fiesta, era gratis... otro lumbreras, con todas las piscinas de los pueblos cerradas, y esta abría gratis. Para nosotros mejor, entramos, conseguimos una sombra aceptable y un bocata de tortilla para Mugen y nos preparamos para descansar fresquitos. Pero... resultó que cerraban a las 6 de la tarde. Más lumbreras. Así que nos dimos el último remojón para sobrevivir hasta el bar más cercano, cafelito y caminito pa'lante. A Badajoz.


En el Monte de los Enamorados, en Antequera, por fin pude echar una fotillo, ya que siempre me ha pillado desprevenida, sin cámara, o sin luz... y se me ocurrió que parásemos en Fuente de Piedra, si nos daba tiempo, para ver allí el atardecer. 

Llegamos por los pelos. Pero nos pasamos allí cerca de una hora, trípode en mano, disfrutando del fresquito que empezaba a correr y de la cantidad de bichos que pululaban allí.

Atardecer en Fuente de Piedra
Flamencos en la laguna de Fuente de Piedra

Cigüeñuela, Himantopus himantopus













Pequeña liebre, Lepus granatensis


Cuando se hizo tan oscuro que ya no se podía ni ver dónde poníamos los pies o la cámara, y los mosquitos estaban haciendo de mí una roncha con patas, decidimos que era momento de volver a coger la carretera.




6 comentarios:

  1. Dios. Se ha hecho esperar esta nueva entrada excursionista... Pero te aseguro que me la he tragado del tirón y...
    ¡Flipante! Te digo, es la mejor descripción de una ruta senderista que me he leído en tiempo, pero tiempo, tiempo... ¡De lejos! Porque cuando uno lee las aventuras de cualquier rutero, siempre se queda uno como diciendo: bueno, tío, pero ¿se puede pasar por ahí sin miedo a partirse un pie? O cosas así. Pero esta historia tuya ha sido ¡¡completísima!! Me cuentas hasta el gorgoteo de las cabras... jaja.

    Un par de cosas más... Preciosas las fotos del atardecer en Fuente de Piedra... Dan unas ganas de ir...!!!
    Al pajarillo le has llamao Escribano alpino, ¿estás segura de que se llama así? Yo había oído Acentor alpino. Aunque por el nombre en latín que has puesto, hablamos de la misma especie. (:
    Yyy... Me ha molado saber lo de Armilla. Mucho. Yo que me pensaba que eras de Badajoz de toda la vida... Lo dicho, me ha gustao saberlo. (:

    Te mando uno' saludo' murciano'... Cuídate y sigue disfrutando la vida tanto como en esta excursionaza. Por cierto, se te muy buen aspecto en tus fotos, sigue así!! jaja
    Adiúu!^^

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  2. Holas! Qué sorpresa, no lleva ni 10 minutos esto publicado, y mientras corrijo algunas erratas que se me habían pasado, ya tengo un comentario tuyo! Eso si que es un seguidor fiel. Los demás, ¿habéis visto? Así es como se hace... jeje ;)

    Muchas gracias por el cumplido. Las fotos son lo mejor que pude conseguir a aquellas horas de la tarde, medio muerta de cansancio, pero con mucha ilu porque siempre me he querido parar allí y nunca había podido. ¡Y mira que he pasado veces por Fuente de Piedra en los últimos años!

    Con lo del escribano, tenías razón, es que me lié, el nombre en latín lo tenía claro, pero muchas veces los confundo en español... pero ya lo he cambiado.

    Cuando hablo de rutas, me gusta ser concreta, porque pienso que alguien pueda estar buscando una pista para hacer una ruta, y no sepa la ropa, el equipo, el esfuerzo necesario, si el camino está practicable en verano... me gusta ser detallista, a algunas personas les paree que mis entradas son mu largas, pero entonces no tendría ese grado de detalle. Ya sabes, por mucho calor que haga, si vas a subir al Mulhacén, llévate un abrigo, y un saco de los de nieve. Más que nada, porque hay nieve, y aire helado.

    Y he sobrevivido, que no lo tenía muy claro, después de un año entero sin hacer casi ejercicio, entre convalecencias y enfermedades... Ya estoy planeando la próxima, jeje.

    Por cierto, me sigues debiendo un mail... tu turú turú yo no digo nada...

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  3. Nah, de seguidor fiel nada eh, no te flipes, pasaba por aquí y... jaja
    Tranquila, creo que mis piernas no están para subir al Mulhacén... jaja Pero si algún día se me ocurre semejante salvajada, apuntaré que me tengo que llevar piel de cabra pa abrigarme...

    Y cómo osas decirme lo del e-mail!?! Juuummm... Ahora me has picado sabes??! >.< pero mira, es tarde, así que... te aguantas!! nananáaa jaja :)
    (en ningún momento lo he olvidado)
    Hablamos, K-Cota!

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  4. Muy bueno tronca!! As sido muy ambiciosa y eso te engrandece, os engrandece a ti y a tu novio... pero por otro lado te diria que guardaras prudencia, si como dices en el comentario anterior, llevas un año sin hacer deporte, hacerte el pico mas alto de la peninsula iberica es una tortura. Hay un momento en la entrada en el que hablas de que la bajada era muy empinada, mas cerca de la escalada que del senderismo. Ahi yo te diria que en ningun momento has hecho senderismo, todo el rato has estado haciendo montañismo y lo que ello implica. He sentido muchisima empatia al leerte, me has hecho recordar mis inicios en Gredos, ha sido una gran narracion.

    ¿Como haces para dibujar la ruta en una fotografia?

    Sabes que? me has picado. Mañana tendras la Peña del Medio Dia (2.228 msnm) en el Blog, comenzada desde el camping Valdeascas (1.468 msnm), jejeje.

    Un saludo!

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  5. Hombre, Fido, alguna vez he hecho una excursión de esta envergadura, y conozco las limitaciones de mi cuerpo, que ya me pedía que saliera a quitarle el óxido de las articulaciones... Fueron unos 15 km, calculo yo, de ida y otros tantos de vuelta. Con fresquito, agua y comida no se hacen tan duros, sólo algunas subidas chungas, o el descenso a la laguna por la ladera norte... Montañismo? no sé, quizás cuando había que atrochar para evitar neveros y cosas de esas, pero lo cierto es que el camino está muy bien acondicionado, y las cientos de personas que nos cruzamos (sí, no te exagero, aquello estaba muy concurrido, sobre todo el domingo) dan fe de ello.

    Gracias por los piropos. Me sacas los colores!

    Para la foto, he usado GIMP (sofware libre, pásate al Linux) que es el homólogo al PhotoShop, creo que con ese también se puede hacer, pero con un paint seguro que vas que chutas. Si quieres te lo explico más detalladamente en un mail...

    Un beso, y espero con impaciencia esa entrada de la Peña del Medio Día! Por cierto, estoy pensando en subir algo más sencillito, como es el Tentudía. ¿Me aconsejas algo?

    Laxa, de salvajada nada, si un gusanito enclenque como yo ha podido subir sin morir en el intento... cualquiera puede!

    ¡Saludos cibernéticos a los dos!

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  6. mu buena entrada Martica!! cContigo se disfruta leyendo!! esperemos repetir algo parecedo algún día!

    Pronto pondré algunas foticos de este viaje en mi blog.

    un besico!!

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