miércoles, 30 de junio de 2010

Root


Basado en una historia real, (aunque ella... no lo sabe)

lunes, 21 de junio de 2010

Recordando...










Recuerdo de abril
sus húmedos besos
rozando feliz
mis cansados huesos
olores intensos
ahogándome a mi… y a ti.

Jinetes de moto
de casa al trabajo
del trabajo a casa
y en medio una pausa
para descansar
un poco de vida,
principio y final,
el bar de la esquina
donde se termina
la vida real.
Tú ya no eres tú,
yo no quiero ser,
y entre copa y copa
unas ganas locas
de salir volando
al último tren.
Al cabo la noche
podía con nosotros
oculta tu rostro
que nos van a ver
bebamos el broche
y de un lado al otro
íbamos cantando
alguna canción
que nació sin alas
y aunque deformada
la recuerdo hoy.

Hoy, te busco y olvido que voy
con la lluvia siempre llorando en mi piel

Hoy la lluvia espera sentir
que tu boca beba la soledad de abril,
hoy la lluvia me habla de ti
llorando en mi piel.

A veces recuerdo
que estuve tan cerca
de andar tu camino
y cuesta creer
que un mal movimiento
desboque el destino
de nuestro ajedrez.

Rodando cadenas
termina la escena
en tu breve actuación.
La guadaña negra
se lleva tu vida
y lastra la mía
con todo su ser
hallándome rota
al dejarme caer

No, duele la soledad
ella no, ella se queda
nadie se la llevará.

Hoy la lluvia espera sentir
que tu boca beba la soledad de abril
hoy la lluvia me habla de ti,
llorando en mi piel.


domingo, 20 de junio de 2010

Información PCRN. Distribución: Libro sobre Lobbies o grupos de presión. “Conspiraciones Tóxicas”.

NOTA: Para que llegue la INFORMACIÓN al mayor nº de CIUDADAN@S, por favor, reenviar los correos de la PCRN a vuestros contactos.

Información PCRN. Distribución: Libro sobre Lobbies o grupos de presión. “Conspiraciones Tóxicas”.

Buenos días.

Los autores de Conspiraciones Tóxicas, el primer libro de investigación sobre el oscuro mundo de los lobbies empresariales que trabajan sigilosamente contra el medio ambiente, nos hemos liado la manta a la cabeza y nos hemos hecho libreros de nuestra obra dado que la editorial Planeta no parece interesada en distribuirlo y ni siquiera lo envía a librerías que así se lo han solicitado (¿la siniestra mano de algún lobby aludido actuando en los dominios de la familia Lara? ¡Quién sabe!). Nosotros, sin embargo, seguimos investigando esos temas a poca financiación que encontremos.

Si conoces alguna librería interesada en ofrecer a sus clientes literatura de investigación periodística, os agradeceremos enormemente el contacto, la verdad es que los libreros no dan precisamente facilidades para colocar obras en sus estanterías, y eso que no arriesgan nada.

Por supuesto, si estás interesado en algún ejemplar firmado y dedicado por los autores, lo vendemos nosotros mismos pero no al precio que fija la editorial (18 euros) sino a 8, más gastos de envío si no quieres recoger el libro personalmente en Vicálvaro o Canillejas, en el este de Madrid.

Tal como cuenta la cubierta del libro, “Conspiraciones tóxicas es una investigación que mide el verdadero poder de los lobbies o grupos de presión. Los autores han seguido a los reyes del ladrillo y el hormigón en España, a los impulsores de la telefonía móvil y los transgénicos, a los especuladores del agua, a los fabricantes de productos químicos, a los contaminadores del sector de la cerámica o de la energía nuclear, a quienes trafican con los bosques o a quienes impulsan megaproyectos de energías sucias... sacando a la luz sorprendentes revelaciones que no dejarán a nadie indiferente”. En Internet tenemos un buen número de reseñas, noticias y entrevistas para ampliar información. De momento, ningún grupo de presión –y citamos a unos cuantos- ha rebatido un solo dato de los que aportamos y alguno, incluso, nos ha felicitado. Trabajar para quien trabajan no está reñido con la deportividad.

Para este asunto, o para cualquier otro, puedes dirigirte a la dirección o teléfonos que figuran más abajo.

Agradeciendo de antemano tu interés por nuestro periodismo comprometido, te saluda atentamente,

Rafael Carrasco

co-autor de “Conspiraciones Tóxicas”

91 233 47 82 / 647 84 21 39

C/ Villablanca, 85

28032 Madrid

rcarrasco@agenciadossier.es

Skype: rafael.carrasco4

sábado, 19 de junio de 2010

NOTA: Para que llegue la INFORMACIÓN al mayor nº de CIUDADAN@S, por favor, reenviar los correos de la PCRN a vuestros contactos.

Radio Nacional de España. Radio-3: “Mientras el aire es nuestro” en Escribano Palustre.

Mientras el aire es nuestro (Escribano Palustre)

Puedes oírlo y descargar el programa íntegro en:

http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100613/mientras-aire-nuestro-escribano-palustre/798357.shtml

13-06-2010

'Mientras el aire es nuestro' es el título de un documental donde se analiza desde diferentes perspectivas lo que puede suponer a la comarca de Tierra de Barros, en Extremadura, la construcción de una refinería de petróleo. En él aparecen los testimonios de personas que desde una plataforma ciudadana han unido sus esfuerzos para rechazar este proyecto. En esta edición de Escribano Palustre también hacemos de altavoz de las diferentes propuestas de cinco organizaciones ecologistas y nos acercamos a Canarias, donde con el nuevo catálogo de especies amenazadas, se desbloquean algunos proyectos portuarios paralizados por su impacto ambiental (13/06/10).

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Descarga del documental "Mientras el aire es nuestro.

LIBRE PRODUCCIONES

http://www.libreproducciones.com/Libre_Producciones/Portada.html

Puedes descargar el documental de 55 minutos de Libre Producciones "Mientras el aire es nuestro". Pincha en el cartel e inicia la descarga a través del enlace que aparece en el foro.

http://www.plataformarefineriano.es/index.php?id=146

VIDEO: Mientras el aire es nuestro

EcologistasTV, la tele de Ecologistas en Acción

http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article10597

Siglo XXI: Desarrollo Sostenible

Plataforma CIUDADANA "Refinería NO"

Telf. 609 63 42 54 Fax: 924 52 36 63

www.plataformarefineriano.es www.plataformarefineriano.com

http://www.afectadosporgallardo.es/

http://jovenescontralarefineria.blogspot.com/

http://www.ciudadanosdevillafranca.es/

http://www.termicasnoextremadura.org/

e-mail: norefineria@gmail.com

viernes, 18 de junio de 2010

Marruecos I, una experiencia inolvidable. Día 1

Bueno, con un retraso de algunos meses, publico la primera de una serie de entradas que reflejarán mi experiencia en el viaje iniciático que hice a Marruecos el puente del trabajo de este año 2010.

Viernes, 30/4/2010

Nerviosa apago el despertador. Son las 2 y media de la madrugada y apenas he dormido una hora y algo, entre pesadillas de ir corriendo tras el bus y cosas así. Me levanto de un salto, ya vestida completamente, y compruebo que las dos mochilas que llevo están terminadas. Ato mi fabuloso cojín viajero (hay un abismo entre viajar con él y sin él...), compruebo mentalmente que llevo llaves, móvil y cartera, y pasaporte, y me echo ambas mochilas sobre mis hombros. Voy a pasar tres noches en las montañas de Marruecos y quiero que todo sea perfecto. Aun así, no llevo más de lo imprescindible: tres camisetas, un par de mudas, un par de pantalones, un par de botas (puestas), bastones para andar, algo de comida para el primer día (y por si la comida de allí está demasiado mal...) cámara de fotos, saco de dormir, poncho-manta, gorra y chubasquero, frontal, navaja, protector solar... y poco más.

Llego en poco más de quince minutos a los Comedores Universitarios, de Fuente Nueva donde nos espera el autobús a las casi 50 personas que componemos la expedición. En cuanto arranca, me sumo en un profundo sueño sobre mi cojín mágico, y no me despierto hasta que el bus empieza a sacudirse con las estrías de la carretera del puerto de Algeciras (bueno, miento, me desperté un par de veces con algún ronquido, pero luego el silencio volvía a ser normal, así que apenas me di cuenta. Sólo recuerdo haber tenido un pensamiento para el conductor, de lástima, porque debería sentirse muy solito conduciendo un autobús lleno de gente dormida... luego pensé que ya le habíamos pagado por ello, y se me quitó la pena) El autobús nos deja rápidamente en la terminal a las 6 y poco, donde tenemos que esperar que el ferry salga a las 7 y nos lleve a Ceuta.


Soriano nos reparte los pases y nos echamos un poco para descansar, ya que nos espera un día muy duro con la expedición en la montaña. 

Somos muchos y cuesta encontrar un sitio para todos, donde dejar los equipajes vigilados si te quieres tomar un café, pero al fin encontramos una esquina espaciosa.


Cuando voy al servicio me sorprende que los hay de dos tipos: normales (occidentales) y letrinas (orientales). Estoy nerviosa; nunca he subido a un barco (el vaporcito de la bahía de Cádiz no cuenta...), y mucho menos salido de España (Portugal tampoco cuenta, lo tengo tan cerca de mi casa que estornudo y me caigo del otro lado de la frontera). Cuando el profe nos avisa, nos ponemos en marcha hacia el embarcadero.


Por encima de mi cabeza asoma mi fiel compañero,
el fabuloso cojín viajero, que no se ha perdido ninguna de mis excursiones...

Hace fresco, y mucha humedad; el aire huele a sal, y a combusible quemado. Los pasillos y rampas que llevan a los diferentes embarques se hacen interminables. Cuando por fin embarcamos, me siento bastante nerviosa; además, no encontré la biodramina hasta que estuve sentada en mi sitio...


Amanecer saliendo del puerto de Algeciras

Cuando empiezan a rugir los motores y el barco empieza a bambolearse me parece que no voy a aguantar el viaje sin marearme. Salgo junto con algunos amigos a la miniterraza de fumadores, en parte para que me dé el aire, en parte para ver si avistamos algún bicho marino. Hay mucha niebla; en poco tiempo dejamos de ver el puerto de Algeciras. No me asusta mucho no ver nada más que agua a mi alrededor, y una niebla espesa que en poco tiempo nos dejó la piel y las gafas llenas de gotitas de agua, a parte de lo que salpicaban de por sí los motores.


Los supuestos delfines... no es que se vean muy bien...


Entre una cosa y otra, vimos algunos delfines de lejos, en la estela de espuma blanca que íbamos dejando, creo que eran listados, pero no me hagáis mucho caso. También había peces voladores que aleteaban fuera del agua y luego se zambullían haciendo que las olas se llenaran de reguerillos de espuma.

El barco subía y bajaba; el ruido de las hélices era ensordecedor, y la pequeña lluvia de agua de mar me empezaba a dar frío, así que entré para coger mi poncho y echar un vistazo a mi equipaje. Dentro el movimiento de sube-y-baja se notaba muchísimo más, así que me apresuré a volver a fuera. Y como Murphy es muy buen amigo mio, en ese momento en el que yo andaba de un lado para otro, apareció justo junto al barco una familia de delfines. Y yo me lo perdí...

Poco depués, cuando ya le estaba cogiendo el gustillo al vaivén del barco, apareció Ceuta entre la niebla. El barco empezó a bajar la velocidad y enfiló hacia el puertito.



El minipuerto de Ceuta

Al acercarnos me sorprendió ver una escultura de dimensiones colosales que se quedaba pequeña al lado de los grandes cargueros que pasaban por allí. Las columnas de Hércules.


Al desembarcar empezó la auténtica aventura...

Emocionada, empecé a hacer un repaso de lo que nos quedaba hasta llegar a nuestro destino. El siguiente paso era llegar hasta la frontera en un bus que nos había puesto el Corte Bereber (como dice Ibáñez) para pasar a Marruecos.

Y para eso son necesarios los pasaportes.

Me flaquearon las piernas y me tuve que sentar cuando recordé dónde estaba el mío.

Una nítida imagen de la noche anterior me golpeó como un bate de béisbol. El escáner de mi impresora. En Granada.

El pasaporte llevaba tres días metido en el bolsillo de la mochila donde tenía que ir. Y justo antes de acostarme decidí hacerle una fotocopia y mandarle una copia a mi madre y otra a Mugen. Por si acaso. Corren muchas leyendas sobre policías que te piden el pasaporte y luego te piden dinero para devolvértelo...

En aquel momento me pareció la mejor idea del mundo. Pero en la terminal estuvo a punto de darme un ataque.

No pasaporte, no party.

Cuando salgo y me acerco al profe, sólo con decirle que tenía algo que preguntarle me miró con ojos preocupados. Antes de abrir la boca, adivinó mis pensamientos.

-No puede ser...

Por mucho que deshiciera las mochilas, yo sabía dónde estaba. En el escáner. A más de 300 km.

Tras una llamada a nuestro protector de Tetuan, para pedirle consejo, me dijo el profesor que no había muchas esperanzas. Mientras los demás desayunaban, el profe y yo nos dirigimos en taxi a la comisaría de policía, para ver si me podían hacer otro pasaporte. Estábamos aún en territorio español; esperábamos que las cosas aún funcionaran de manera similiar, al menos.

Pero cuando llegamos a la puerta y dos maromos viejunos de uniforme, con pinta de haber participado en la invasión del Sáhara, nos impiden la entrada una vez que saben nuestras intenciones, y con gesto displicente nos dicen que no hay cita para hacer pasaportes hasta junio, nos miramos, sorprendidos, al ver tras ellos, que todos los policías visibles estaban tomandose un café, o descansando, y no había nadie más en la habitación. Realmente, no es que hubiera millones de personas hacinadas esperando su turno para un DNI o un pasaporte... como en la oficina de Granada, donde, a pesar de ello, me lo saqué en el día... y sin cita.

La realidad de aquel momento cayó sobre mí como un bloque de hormigón. Sólo sería posible hacerse un pasaporte en el momento con la técnica Camps: según mi profesor, nos costaría unos 200 o 300 euros.

Con lo cual, la posibilidad de obtener un pasaporte esa mañana desaparecía.

Desanimada, entramos en una cafetería y desayunamos. Las perspectivas no eran muy buenas para mí. Mi confianza en las autoridades, ya de por sí bastante minada, había desaparecido por completo en unos segundos. Tener que coger sola un taxi moro y llegar hasta el puerto otra vez me empezaba a dar bastante pánico, si a eso le unes que debía vigilar con cuatro ojos mis dos mochilas, riñonera, bolsillos, etc.

Mi profesor intentaba tranquilizarme mientras se tomaba un café. La última posibilidad que nos quedaba era acercarnos a la frontera, con cuidado, esperando que nuestro protector hubiera conseguido algo (lo cual era bastante improbable) Si esto también fallaba, tendría que coger allí un taxi y recorrer los 30 kilómetros que me separarían del puerto...

Mientras esperamos a nuestros compañeros de expedición en la frontera, compramos los papeles que nos pedirían en una ventanilla más adelante a un muchachito que hacía como que no se enteraba de lo que le pedíamos (50 papelitos en francés y árabe, con los formularios de los datos de a dónde íbamos de dónde veníamos, y quienes eran nuestros padres, y nuestra casa, y...)

El resto de la gente estaba ya sellando los pasaportes cuando los encontramos. Con ellos estaba nuestro protector, al que llamaré con el nombre falso de Mohamed, que resulta que tiene cierta relación con la gente de Aduanas. Este hombre me agarró con una mano del tamaño de una rueda de camión y me mandó con un moro alto y rapado, gafas de sol estilo policía setentero, traje de chaqueta, pinganillo y walkitalki, y zapatos de piel acabados en punta. Todo en él hacía pensar en un agente secreto, su gesto hosco, la manera de hablar, o más bien, gritar, en árabe-francés a otros que parecían subordinados y que no les hacía demasiada gracia lo que estaba pasando.

Me cogió el DNI, se lo guardó y me hizo una seña para que le siguiera. Cruzamos al lado marroquí, a unos barracones con ventanillas que se caían a trozos (no más que los del lado español), numeradas del 1 al 4. Antes de desaparecer por una de las puertas oxidadas, me dijo algo que yo entendí como "Ve'ala'sincco!" .

Yo miré, algo perdida, los ventanucos y la gente que hacía cola frente a ellas, despistada. ¿La cinco? ¿El moro aquél sabría decir los números en español? Sólo se veían cuatro. Se había llevado mi DNI y yo estaba perdida en el lado marroquí. Por una décima de segundo tuve pánico, pero luego algo en mi subconsciente me llamó la atención. El moro había hecho un gesto algo ambiguo cuando dijo que fuera a la 5. Como gesticulan como gitanos, yo no había hecho mucho caso de sus manos.

Decidí probar suerte y fui a donde se acababan los barracones. Al doblar una esquina, pasada la primera ventanilla, me encontré un pasillo estrecho y sucio, sin salida. En la pared del fondo había un pequeño cartel (muy pequeño) que ponía


"5. Guichet diplomatique. "

¡Bingo!

Me acerqué, aliviada. Tras un butrón en la pared de yeso (la ventanilla no podía tener otro nombre) con cristales completamente velados por la mugre, había otro moro, o el mismo, no sé, que en un pésimo español me dijo que tardaría cinco minutos, que me esperase allí.

Estaba admirando los techos de uralita del paso para automóviles y reflexionando sobre el concepto del tiempo en oriente y occidente, cuando llegó un señor gordito de cara redonda y piel negra que se puso a hablar enérgicamente con el mi moro en francés, exigiendo algo. No sé cómo lo resolverían, pero el hombre, bastante alterado, tuvo que esperar su turno.

Veinticinco minutos más tarde (o más, porque veinticinco sólo desde que empecé a mirar el reloj, cuando ya me aburría) el mi moro apareció por la esquina de los barracones con mi DNI y un papelito mágico...

-Toma. Es un pase para tres días. No lo pierdas, ten mucho cuidado. Este es tu pasaporte ahora. Si lo pierdes, te costará mucho salir del país -o al menos entendí algo parecido.

Creo que le dí las gracias en francés, en inglés y en español, y asustada y aliviada a la vez, cogí mis documentos y eché a correr hacia la parte española, donde mis compañeros, aburridos por la espera, me recibieron con gritos de alegría.

Nos pusimos en fila para pasar la frontera. Había dos policías marroquises de uniforme, con sendas metralletas colgasdas del hombro, mirando que los pasaportes estuvieran sellados. Cuando les di mi papelito mágico, la fila se paró. Un sudor frío empezó a condensarse en mi nuca, a pesar de la brisa marina. El policía miró alternativamente el papel, a mí y a su compañero, y otra vez a mí, e intercambiaron algunas palabras en francés-árabe ese que hablaban. 

El tiempo se paró. ¡Y casi también mi corazón, por cuarta vez desde que amaneció!

Finalmente, me dejaron pasar. No me lo podía creer.
¡Estaba en Marruecos!


El puesto fronterizo, desde el lado marroquí, antes de que vinieran los polis a reñirnos por echar fotos 

Tras unos cientos de metros andando por la explanada, del lado marroquí, nos esperaba un autobús que nos pagaba la Universidad de Tetuán, previa mediación de nuestro protector, para movernos por el país, ya que en alguna excursión anterior, otro año, se cometió el fallo de alquilar un bus español, de modo que cada vez que un policía veía la matrícula, los paraba, y tenían que pagarle para que no les multase o algo peor, con lo cual se les encareció un montón el viaje...

El autobús era una auténtica reliquia. Menos de veinte años no tenía.


El resistente autobús de la Universidad de Tetuán


Y cuando entramos dentro...


A pesar de las apariencias, el bus era bastante cómodo. Era muy fácil amodorrarse, incluso sin usar el cojín. Atravesamos varias urbanizaciones de la costa, tipo Marbella, pero en árabe, y vimos un palacio que nos explicó el conductor, era el palacio de verano de la mujer del rey de Marruecos.



Al rato, paramos en un pueblito con nombre español para desayunar (otra vez). Se llamaba Martil, junto al río del mismo nombre. Se notaba que empezábamos a imbuírnos del ritmo local, mucho más pausado. Esto es África. Cambiamos algo de dinero y compramos nuestros primeros productos. Yo compré una torta de pan calentito y un dulce de pistachos que se me hacía la boca agua sólo de pensar en comérmelos. El pan sabía a ajonjolí y a nuez moscada, y tenía el punto exacto de sal, no como el que se hace en Badajoz, que está soso como el solo (por ordenanza de la Junta de Extremadura...)

Continuará... aquí

domingo, 6 de junio de 2010

25 meses junto a ti: el viaje continúa

25 meses embarcados en este viaje.
25 meses viviendo aventuras.
25 meses compartidos.
25 meses regalados.
25 meses junto a tí.



Gracias por acompañarme en esta aventura.

Sin tí no habría podido llegar hasta aquí.


sábado, 5 de junio de 2010

Otra de Pérez-Reverte. LA MOCHILA Y EL CURRICULUM.

Llueve a ratos, y Madrid está frío y desapacible. Pasan paraguas al otro lado del escaparate de la librería de mi amigo Antonio Méndez, el librero de la calle Mayor. Estamos allí de charla, fumando un pitillo rodeados de libros mientras Alberto, el empleado flaco, alto y tranquilo, que no ha leído una novela mía en su vida ni piensa hacerlo -«ni falta que me hace», suele gruñirme el cabrón- ordena las últimas novedades. En ésas entra un chico joven con una mochila a la espalda, y se queda un poco aparte, el aire tímido, esperando a que Antonio y yo hagamos una pausa en la conversación. Al fin, en voz muy baja, le pregunta a Antonio si puede dejarle un currículum. Claro, responde el librero. Déjamelo. Y entonces el chico saca de la mochila un mazo de folios, cada uno con su foto de carné grapada, y le entrega uno. Muchas gracias, murmura, con la misma timidez de antes. Si alguna vez tiene trabajo para mí, empieza a decir. Luego se calla. Sonríe un poco, lo mete todo de nuevo en la mochila y sale a la calle, bajo la lluvia. Antonio me mira, grave. Vienen por docenas, dice. Chicos y chicas jóvenes. Cada uno con su currículum. Y no puedes imaginarte de qué nivel. Licenciados en esto y aquello, cursos en el extranjero, idiomas. Y ya ves. Hay que joderse.

Le cojo el folio de la mano. Fulano de Tal, nacido en 1976. Licenciado en Historia, cursos de esto y lo otro en París y en Italia. Tres idiomas. Lugares, empresas, fechas. Cuento hasta siete trabajos basura, de ésos de tres o seis meses y luego a la calle. Miro la foto de carnet: un apunte de sonrisa, mirada confiada, tal vez de esperanza. Luego echo un vistazo al otro lado del escaparate, pero el joven ha desaparecido ya entre los paraguas, bajo la lluvia. Estará, supongo, entrando en otras tiendas, en otras librerías o en donde sea, sacando su conmovedor currículum de la mochila. Le devuelvo el papel a Antonio, que se encoge de hombros, impotente, y lo guarda en un cajón. Él mismo tuvo que despedir hace poco a un empleado, incapaz de pagar dos sueldos tal y como está el patio. Antes de que cierre el cajón, alcanzo a ver más fotos de carnet grapadas a folios: chicos y chicas jóvenes con la misma mirada y la misma sonrisa a punto de borrárseles de la boca.

España va bien y todo eso, me digo. La puta España. De pronto la tristeza se me desliza dentro como gotas frías, y el día se vuelve más desapacible y gris. Qué estamos haciendo con ellos, Maldita sea. Con estos chicos. Antonio me mira y enciende otro cigarrillo. Sé que piensa lo mismo. En qué estamos convirtiendo a todos esos jóvenes de la mochila, que tras la ilusión de unos estudios y una carrera, tras los sueños y el esfuerzo, se ven recorriendo la calle repartiendo currículum en los que dejan los últimos restos de esperanza Licenciados en Historia o en lo que sea, ocho años de EGB, cinco de formación profesional, cursos, sacrificios personales y familiares para aprender idiomas en academias que quiebran y te dejan tirado tras pagar la matrícula. Indefensión, trampas, ratoneras sin salida, empresarios sin escrúpulos que te exprimen antes de devolverte a la calle, políticos que miran hacia otro lado o lo adornan de bonito, sindicatos con más demagogia y apoltronamiento que vergüenza. Trabajos basura, desempleos basura, currículums basura. Y cuando el milagro se produce, es con la exigencia de que estés dispuesto a todo: puta de taller, puta de empresa, boca cerrada para sobrevivir hasta que te echen; y si tienes buen culo, a ser posible, deja que el jefe te lo sobe. Aún así, chaval, chavala, tienes que dar las gracias por los cambios de turno arbitrarios, los fines de semana trabajados, las seiscientas horas extras al año de las que sólo ochenta figuran como tales en la nómina. Y si encima pretendes mantener una familia y pagar un piso date con un canto en los dientes de que no te sodomicen gratis. Flexibilidad laboral, lo llaman Y gracias a la flexibilidad de los cojones se han generado, dice el portavoz gubernamental de turno tropecientos mil empleos más, y somos luz y fan de Europa. Guau. Gracias a eso, también, un chaval de veintipocos años puede disfrutar de la excitante experiencia de conocer ocho empleos de chichinabo en tres o cuatro años, y al cabo verse el la calle con la mochila, buscándose la vida bajo la lluvia. Partiendo una y otra vez de cero. Flexibilidad laboral. Rediós. Cuánto eufemismo y cuánta mierda. A ver qué pasa cuando, de tanto flexionarlo, se rompa el tinglado y se vaya todo al carajo, y en vez de currículums lo que ese chico lleve en la mochila sean cócteles molotov.

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