El profe entra en la clase, se presenta y ves que se dirige a la pizarra. Coge una tiza, la parte y alza la mano. Trocitos de yeso caen con cada letra, resbalando como una lluvia blanca de estrellas fugaces. La bata blanca se balancea a unos milímetros del encerado cuando, con letras mayúsculas, escribe las temidas palabras.
Yo, personalmente, me echo a temblar cuando veo las palabras mágicas, en cualquier parte. Se me ponen los pelos de punta y me castañetean los dientes; es una de mis peores pesadillas. Todos hemos pasado por la experiencia de tener que presentar un trabajo, unas prácticas o unas memorias en grupo, ya sea en el instituto o en la universidad. Y todos sabemos en qué consiste, y lo que ocurre al final. Nos sabemos la teoría. Hay dos estrategias: o se hace entre todos, a la vez (lo que suele ser poco operativo, sobre todo si el grupo está formado por 12 personas), o se divide el trabajo en partes más o menos equitativas y se junta todo al final.
Siempre hay roles, y cada uno asume el que más le conviene o el que más se ajusta a sus preferencias. Hay alguien que coordina, alguien que revisa, alguien que maqueta y alguien que hace algo de trabajo duro. Y todos lo hacen lo mejor que pueden, a favor del grupo y de ellos mismos. Porque la nota es para todos. Y lo que uno haga influye en la nota de todos. Es una responsabilidad colectiva, todos aportan y reciben en consecuencia.
Pero ¿qué ocurre cuando alguien no asume su parte de responsabilidad? Alguien que hace lo primero que se le ocurre, por ejemplo, copypaste de wikipedia, y no se molesta ni en quitarle los enlaces o los retornos de carro, dejándolo todo bonico. Pues bien, siempre ocurre que, o alguien, un alma caritativa, hace su parte del trabajo, con lo cual ya está haciendo más del que le corresponde (y quizás eso le pase factura), o todos reciben las consecuencias de ese mal trabajo, que con una pizca de esfuerzo podía haberse evitado. Porque todos somos iguales, ¿no?
Todos los profesores te dicen que mandan trabajos en grupo para enseñarnos a repartirnos las responsabilidades, y también las consecuencias, para prepararnos para cuando salgamos al mundo real, trabajemos con gente real y tengamos problemas reales. Y yo me pregunto: ¿en qué mundo hacemos los trabajos los estudiantes? ¿En el de Yupi? Creo que los profesores subestiman el coste de un trabajo en grupo. O no los han sufrido en su carne, o no lo recuerdan.
Vale, hagamos como que un trabajo en grupo sea asimilable a un trabajo real con gente real. Si esto va a ser así, ¿cuando yo trabaje en el mundo real, si un componente de mi equipo no hace lo que le corresponde, yo voy a cobrar menos? ¿Alguien que no hace el huevo se va a quedar con mi salario? ¿O voy a estar esclavizada por estas personas que se rascan los peletes, deslomándome para que me paguen sólo por mi trabajo, y no por el trabajo extra? ¿Seré yo la marginada por hacer lo que se debe hacer, por hacer bien mi trabajo y reclamar lo que es justo? También podría hacer lo mismo que los demás. Pero entonces sería igual que ellos, y no podría quejarme.
Señores profesores, ¿qué se supone que tengo que aprender de ésto? ¿La ley de tonto el último? ¿La del mínimo esfuerzo? ¿Tengo que aprender a dejarme explotar por los que no quieren asumir sus responsabilidades? ¿A ser odiada por la gente a la que le importa todo un rábano? ¿A ser penalizada por dejar las cosas claras y querer que se reconozca mi esfuerzo? ¿Qué conclusiones tengo que sacar? Díganme: ¿qué debería haber aprendido?
Señores que trabajan en el mundo real y lean esto con una sonrisita de complacencia, pensando que ya me enteraré de lo que es bueno cuando entre en el mundo real: estudio y vivo en el mundo real, todas las cosas pasan en el mundo real (¡incluso los trabajos en grupo!), y mi cabreo también es del mundo real.
Firmado: yo (una yo muy cabreada)
Yo, personalmente, me echo a temblar cuando veo las palabras mágicas, en cualquier parte. Se me ponen los pelos de punta y me castañetean los dientes; es una de mis peores pesadillas. Todos hemos pasado por la experiencia de tener que presentar un trabajo, unas prácticas o unas memorias en grupo, ya sea en el instituto o en la universidad. Y todos sabemos en qué consiste, y lo que ocurre al final. Nos sabemos la teoría. Hay dos estrategias: o se hace entre todos, a la vez (lo que suele ser poco operativo, sobre todo si el grupo está formado por 12 personas), o se divide el trabajo en partes más o menos equitativas y se junta todo al final.
Siempre hay roles, y cada uno asume el que más le conviene o el que más se ajusta a sus preferencias. Hay alguien que coordina, alguien que revisa, alguien que maqueta y alguien que hace algo de trabajo duro. Y todos lo hacen lo mejor que pueden, a favor del grupo y de ellos mismos. Porque la nota es para todos. Y lo que uno haga influye en la nota de todos. Es una responsabilidad colectiva, todos aportan y reciben en consecuencia.
Pero ¿qué ocurre cuando alguien no asume su parte de responsabilidad? Alguien que hace lo primero que se le ocurre, por ejemplo, copypaste de wikipedia, y no se molesta ni en quitarle los enlaces o los retornos de carro, dejándolo todo bonico. Pues bien, siempre ocurre que, o alguien, un alma caritativa, hace su parte del trabajo, con lo cual ya está haciendo más del que le corresponde (y quizás eso le pase factura), o todos reciben las consecuencias de ese mal trabajo, que con una pizca de esfuerzo podía haberse evitado. Porque todos somos iguales, ¿no?
Todos los profesores te dicen que mandan trabajos en grupo para enseñarnos a repartirnos las responsabilidades, y también las consecuencias, para prepararnos para cuando salgamos al mundo real, trabajemos con gente real y tengamos problemas reales. Y yo me pregunto: ¿en qué mundo hacemos los trabajos los estudiantes? ¿En el de Yupi? Creo que los profesores subestiman el coste de un trabajo en grupo. O no los han sufrido en su carne, o no lo recuerdan.
Vale, hagamos como que un trabajo en grupo sea asimilable a un trabajo real con gente real. Si esto va a ser así, ¿cuando yo trabaje en el mundo real, si un componente de mi equipo no hace lo que le corresponde, yo voy a cobrar menos? ¿Alguien que no hace el huevo se va a quedar con mi salario? ¿O voy a estar esclavizada por estas personas que se rascan los peletes, deslomándome para que me paguen sólo por mi trabajo, y no por el trabajo extra? ¿Seré yo la marginada por hacer lo que se debe hacer, por hacer bien mi trabajo y reclamar lo que es justo? También podría hacer lo mismo que los demás. Pero entonces sería igual que ellos, y no podría quejarme.
Señores profesores, ¿qué se supone que tengo que aprender de ésto? ¿La ley de tonto el último? ¿La del mínimo esfuerzo? ¿Tengo que aprender a dejarme explotar por los que no quieren asumir sus responsabilidades? ¿A ser odiada por la gente a la que le importa todo un rábano? ¿A ser penalizada por dejar las cosas claras y querer que se reconozca mi esfuerzo? ¿Qué conclusiones tengo que sacar? Díganme: ¿qué debería haber aprendido?
Señores que trabajan en el mundo real y lean esto con una sonrisita de complacencia, pensando que ya me enteraré de lo que es bueno cuando entre en el mundo real: estudio y vivo en el mundo real, todas las cosas pasan en el mundo real (¡incluso los trabajos en grupo!), y mi cabreo también es del mundo real.
Firmado: yo (una yo muy cabreada)
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