Salimos no muy tarde hacia un destino desconocido, al menos para mí. Un viaje relajado, parando para echar todas las fotos que siempre quiero hacer cuando vamos por la carretera de Cáceres y de las que nunca hay tiempo.
Me consume la impaciencia de quien no sabe su destino. Mugen no quiere decirme a dónde me lleva para celebrar nuestro primer aniversario. A la salida de Cilleros encontramos un monumento al molino y paramos un rato para comer algo de las provisiones que llevamos: chorizo, pan y queso.
Me consume la impaciencia de quien no sabe su destino. Mugen no quiere decirme a dónde me lleva para celebrar nuestro primer aniversario. A la salida de Cilleros encontramos un monumento al molino y paramos un rato para comer algo de las provisiones que llevamos: chorizo, pan y queso.
Llegamos al hotel rural "El Duende del Chafaril" tras buscarlo durante un rato muy largo por el pueblo de San Martín de Trevejo, en el Sierra de Gata, al Norte de Cáceres. El paraje es de ensueño, el hotel, al menos por fuera, es precioso.
Una señora muy amable nos enseña el hotel y la habitación. Tras subir las maletas, cambiamos el coche de sitio ante la amenaza de una señora gritona.
Comemos sobre la cama, apreciando la tranquilidad del lugar y el alboroto de los pájaros.
Por la tarde nos vamos al spa y descubrimos el maravilloso invento nórdico del jacuzzi, la sauna, las duchas frías en cabina y algo parecido al lugar de entrenamiento de Kung-Fu Panda, que consiste en un círculo con el suelo de guijarros rodeado por un pollete con chorros de agua de distintas temperaturas, que tienes que ir esquivando.
Por la noche salimos a buscar algún lugar para cenar. Entramos en el único restaurante que encontramos abierto cerca, "Los Cazadores", donde cenamos sopa de cocido auténtica, pinchitos y bonito con tomate.
Además, ¡conocen el salobreña! aunque lo llaman mosto de manzana. De postre, mus de piña y de plátano. El de piña no lo recomiendo, sabe un poco mucho a leche y un poco poco a piña, pero el de plátano está más conseguido.
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Una señora muy amable nos enseña el hotel y la habitación. Tras subir las maletas, cambiamos el coche de sitio ante la amenaza de una señora gritona.
Comemos sobre la cama, apreciando la tranquilidad del lugar y el alboroto de los pájaros.
Por la tarde nos vamos al spa y descubrimos el maravilloso invento nórdico del jacuzzi, la sauna, las duchas frías en cabina y algo parecido al lugar de entrenamiento de Kung-Fu Panda, que consiste en un círculo con el suelo de guijarros rodeado por un pollete con chorros de agua de distintas temperaturas, que tienes que ir esquivando.
Por la noche salimos a buscar algún lugar para cenar. Entramos en el único restaurante que encontramos abierto cerca, "Los Cazadores", donde cenamos sopa de cocido auténtica, pinchitos y bonito con tomate.
Además, ¡conocen el salobreña! aunque lo llaman mosto de manzana. De postre, mus de piña y de plátano. El de piña no lo recomiendo, sabe un poco mucho a leche y un poco poco a piña, pero el de plátano está más conseguido.
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