Hoy me volví a acostar al volver del censo, porque estaba agotada. Luego teníamos pensado ir a Santa Olalla a ver si había flamencos o algo, con los Coleguis, y Hipnobúho y la Piruetanita se apuntaron. Resultó que a Hipnobúho también le gusta la fotografía, y estuvimos un rato intentando sacar algo potable de Santa Olalla, pero la laguna esta bastante seca y los bichos estaban demasiado lejos, al menos para mi cámara. Vimos venados en el barro, jabalíes chapoteando, espátulas, flamencos, garzas reales pescando, ánades reales y una culebrera.
La Piruetanita nos guió por el Sabinar para llegar hasta una de las dunas más altas de Doñana, desde donde las copas de los pinos parecían una alfombra sobre la que daban ganas de correr hacia el horizonte.En el camino encontramos esta culebra bastarda en lo alto de un pino muerto.
Estuvimos un rato muy bueno, haciendo fotos a libélulas y mirando el paisaje. Luego, al volver, nos dimos cuenta de que habíamos dado un rodeo impresionante, pero nos alivió ver que el coche estaba tres veces más cerca de lo que pensábamos.
Por la noche nos fuimos de cena a Matalascañas. Tapitas varias y cerveceo, con un frío un poco molesto. Luego nos fuimos a jugar al futbolín a un antro donde resulta que trabajaban las hijas de las cocineras del Palacio. No, si al final todo queda en familia...
Hipnobúho y yo nos echamos una partida al trivial, después de una hora de fotbolín intenso y la intervención del Campeón, un personaje que se pasó casi todo el tiempo mirádo las partidas y luego, diciendo que a él se le daba mal, jugó algunas, planchando a todo el mundo.
Cuando nos cerraron el bar, bajamos al Coto's casi obligados, la única discoteca semipotable. Aún no sé cómo pueden ser las demás si era esa la única viable.
Al volver al palacio a las 5 y media de la madrugada, encontramos un montón de chotacabras, y a Hipnobúho y a mí se nos ocurrió salir a fotografiarlos. Para eso, hay que deslumbrarlos con los faros de coche, bajarse sin hacer ruido y echar cuerpo a tierra.
Cuando volvemos está amaneciendo. Se nos ocurre subirnos a la torre a ver cómo sale el sol. Subimos a las habitaciones a coger algo de abrigo, y se nos quedan los ojos a cuadritos al ver que el Coronel Tapioca está ya trabajando en su oficina, un domingo a las 7 menos diez de la mañana.
Cuando llego a las 10 y media largas a la habitación, hasta que no abrí la cama y le enseñé el pijama aún doblado, la Piruetanita no ses creyó que acabara de llegar.
Por la noche nos fuimos de cena a Matalascañas. Tapitas varias y cerveceo, con un frío un poco molesto. Luego nos fuimos a jugar al futbolín a un antro donde resulta que trabajaban las hijas de las cocineras del Palacio. No, si al final todo queda en familia...
Hipnobúho y yo nos echamos una partida al trivial, después de una hora de fotbolín intenso y la intervención del Campeón, un personaje que se pasó casi todo el tiempo mirádo las partidas y luego, diciendo que a él se le daba mal, jugó algunas, planchando a todo el mundo.
Cuando nos cerraron el bar, bajamos al Coto's casi obligados, la única discoteca semipotable. Aún no sé cómo pueden ser las demás si era esa la única viable.
Al volver al palacio a las 5 y media de la madrugada, encontramos un montón de chotacabras, y a Hipnobúho y a mí se nos ocurrió salir a fotografiarlos. Para eso, hay que deslumbrarlos con los faros de coche, bajarse sin hacer ruido y echar cuerpo a tierra.
Cuando volvemos está amaneciendo. Se nos ocurre subirnos a la torre a ver cómo sale el sol. Subimos a las habitaciones a coger algo de abrigo, y se nos quedan los ojos a cuadritos al ver que el Coronel Tapioca está ya trabajando en su oficina, un domingo a las 7 menos diez de la mañana.
Cuando llego a las 10 y media largas a la habitación, hasta que no abrí la cama y le enseñé el pijama aún doblado, la Piruetanita no ses creyó que acabara de llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario