sábado, 25 de agosto de 2007

Sabores raros


Me arriesgaré a ser apedreada, abucheada o incluso, comentada. Perdonad mi osadía, pero tengo que hacerlo; es superior a mis fuerzas.

Este es mi primer Meme. Los ocho sabores inolvidables, o los más extraños que hayas probado. Dos de cada, a poder ser. Y no tienen por qué ser asquerosos. No me está permitido decir quién me lo pasó, pero le doy las gracias desde aquí.

Ya está, lo he dicho.

Y aquí van.

1º. Dulce. Acedera. En la excursión a Monfragüe, Retamoide nos instó acaloradamente a que probáramos cierta planta que crecía al borde de una cuneta llena de agua. Todas nos apresuramos a hacerlo, para evitar las iras posteriores. Alguien sugirió que no lo hiciéramos, porque podría ser un intento por su parte de envenenarnos. Pero Pomulates y yo nos arriesgamos, y hete aquí que para nuestra sorpresa, el sabor recordaba al del tomate.

2º. Ácido. Unos caramelos que me regalaron que tenían forma de mariposa y eran morados. Se me acabaron y no conseguí averiguar a qué sabían, porque en cuanto decidía que era a fresa, o a mora, o a pera, cambiaban de sabor. O eso creo. Cada vez que entro en una tienda de chucherías los busco, pero nunca los he encontrado.

3º. Amargo. El gazpacho de mi abuela. Cuando se le olvida quitarle el culo al pepino. Y se le olvida la sal. (Para los que tengan abuelas con pérdidas de memoria, como la mía, aquí dejo la solución que he encontrado)

4º. Salado. Tortilla del Sacromonte. Bueno, vale, quizás he hecho trampa. Es bastante inclasificable, pero sí, es salada. Para los que no sepan de qué va la cosa, aquí va la receta, por si alguno se anima y quiere sorprender a sus suegros con una muestra de refinamiento culinario (eso sí, luego no esperes volver a ser bien recibido en su casa): para 4 personas, 2 huevos, 2 onzas de criadillas de cordero, dos onzas de sesos de cordero. Se cuecen las criadillas con un poco de sal, se hace con ellas, con aceite y con los sesos, una masa. Se agregan los huevos batidos y se cuece todo a fuego lento. Queda una tortilla con ese color cárdeno de los hematomas, olor a vísceras calientes y textura babosa, de caracol desnudo… sea como fuere, plato típico del Sacromonte, en Granada. La receta, de Duendes y Leyendas de Granada.

5º. Ácido. El jabón de las manos. Me entró curiosidad, pero la culpa fue de mi madre, que puso uno con olor a frutas del bosque. No caigáis vosotros; es una engañifa, no sabe a frutas ni a nada parecido.

6º. Salado. La lluvia. ¿Nunca la habéis probado? No lo hagáis en plena ciudad; el aire está bastante sucio, y las gotas al caer, se van llenando de polvo. Pero en pleno campo está bastante bien. Sobre todo, por las circunstancias calenturientas anteriores.

7º. Amargo. El ácido fórmico, servido por una amable hormiga del tamaño de un autobús. Por mucho que te enjuagues, el sabor no se quita, aunque lo hagas con disolvente. Realmente inolvidable. Hace al menos doce años que lo probé, y el recuerdo sigue siendo muy, muy, muy nítido.

8º. Dulce. El pis de gato. No, no es broma. El Niño Amarillo y la Estrella de Ojos Verdes son testigos. El Pirracas, uno de mis gatos, se asustó de los aspersores mientras le examinaba una herida. Mi padre lo estaba sujetando bocarriba, así que mi cara estaba en su trayectoria, que cruzó sobre mi boca abierta. Realmente no fue del todo desagradable.

Se lo paso a Cancho, a Katmio, a Pomulates, a la Dra Happy Adams si está por aquí, a Saintwolf y a Quettaheru. Me falta uno, así que si alguien más quiere cogerlo, que lo haga.

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