lunes, 18 de mayo de 2009

Olivita - gatunerías



Esta semana ha muerto Olivia, una de mis gatas. Olivia fue la primera gata que tuve cuando me mudé a Badajoz. Su madre, la Pole, decidió que nuestra casa era más segura que la suya para parir y decidió adoptarnos (era del vecino, pero vivía asalvajada; mi hermana, que era muy pequeña, cuando la veía le decía ¡Polesita!, y el nombre se le quedó)

Una mañana nos encontramos a la gata dentro del lavadero, con las tres crías. Dos blancas y una atigrada. Aunque dos veces devolvimos los gatos a su dueño, la Pole volvía a traérselos, así que decidimos dejarla en el patio, bajo unos cristales que la protegían de la lluvia.
Las gatitas se llamaron Tigrilla, Olivia y Úrsula. Ésta última desapareció, a Olivia se la llevó mi abuela, y la Tigri sigue en mi casa. Por tres veces la Pole nos trajo gatitos. Suyos son también el Pirracas y la Goga, junto con todos los hermanos que fueron desapareciendo, ya sea por competencia o por otras causas.


Con el Pelu como colegas
Después de que mi abuela se fuera a una residencia, Olivita volvió a mi casa, hace dos veranos. Estaba inmensa; tanto años, sola y mimada con mis abuelos, la habían puesto como un tonel, y la habían hecho asustadiza y pija. Pero se rehabilitó; no hay nada que unas carreritas al sol no quiten. 
 Tomando el sol en el campito


El año pasado la tuvimos que esterilizar; tenía un tumor en un ovario. Después de eso, se quedó en su peso ideal, y mira que al castrar a ls gatos se vuelven gordos. Aun así, siempre ha sido la Gordita, al igual que otros de sus nombres eran Chucknorridad, ComandoNorris, Violencia Suma... Pero nos tenía mucho cariño, y nosotros a ella. 
  Tenía extraños hobbis
pero era muy graciosa.

Después de semana santa, estuvo muy enferma. Aun así, no ha dicho ni pío estas últimas semanas en las que estaba agonizando. No comía, ni bebía, y se pasaba el día dormida en su camita o en el sofá. Ha estado ingresada durante la última semana, con gotero y antibióticos, y cuando volvió a casa antes de la operación, estaba muy cariñosa.

Pero el lunes, en el quirófano las cosas se torcieron. Una piedra en el uréter había hecho que se le pudriera el riñón y tuviera infección en el peritoneo y en el otro riñón. No se despertó.

Al menos no tuvo una muerte dolorosa y ahora está mejor.

Sólo me duele no haberme podido despedir de ella.

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