Aquel lunes estaba yo tan tranquila, disfrutando de una preciosa clase de herpetos (después de cuatro días, empezábamos a ver bichitos, ¡por fin!) cuando de repente noté un cosquilleo en la nuca y me di cuenta de que debía de llevar un rato en las nubes, sin oír ni entender al profesor. Me dio tiempo a avisar a mi compañera de al lado. Luego, la niebla me envolvió. Y me desmayé.
Cuando me desperté estaba en el suelo y ya habían llamado al 112. Esto luego me ha traído problemas y una larga semana de papeles, porque soy de compañía privada... menos mal que luego averigüé que los gastos (los cuales me había entregado en un papel antes de examinarme, nada más entrar en urgencias) me los cubría el seguro escolar.
 |
Ese fue el recorrido de la ambulancia, de una flecha a la otra.
Mi facultad linda pared con pared con el Hospital.
Hoy me ha llegado la factura: 223€ por ir en ambulancia 30m. |
En el Hospital Universitario (que está pared con pared con mi facultad) el único simpático fue el ambulancero, que me puso una manta al entrar antes de darme la factura, ya que tiritaba de frío. A la médica que me atendió y a las enfermeras casi les faltó acusarme de teatro y echarme de allí a patadas.
Se me acerca una enfermera y me sube la manga.
Enfermera picajosa: Uy, quítate la sudadera, que así no te puedo tomar la tensión.
Me intento incorporar y casi me caigo de la camilla; todo me daba vueltas. Intenta ella desvestirme con malas maneras.
Enfermera picajosa: ¡Pero cuánta ropa llevas? ¡Es que así no se puede venir aquí!
Comentario pensado:
No se preocupe, que para la próxima vendré preparada y solo me pondré una blusilla... si total, en Salamanca no hace frío, no...
Me aparcan en un pasillo y llega la doctora.
-Doctora Dña Susceptible: ¿Qué te ha pasado, te has desmayado?
-Yo (tiritando): Sss... ss... sí.
-Doctora: Dicen que has tenido convulsiones. ¿Cómo han sido?
-Yo: No lo sé, estaba inconsciente. ¿Me puede poner otra manta, por favor? Tengo mucho frío.
-Doctora: Bueno, bueno, no será para tanto. Además, no tienes pinta de haber convulsionado, si lo hubieras hecho tendrías que estar hecha un desastre.
Comentario pensado:
Esto... no estoy aquí por gusto. De hecho le pedí al ambulancero que no me trajera... ¿En serio está pensando que todo es teatro?
Me está haciendo el historial, y cuando llego al HANA me mira por encima de las gafas con cara de perro y se da la vuelta para seguir escribiendo.
Cuando acaba, se va y aparece una enfermera.
-Yo: ¿Me puede poner otra manta? ¡Es que tengo mucho frío!
-Enfermera: ¡Pero si ya tienes una!
-Yo: ¡Sí, pero tengo mucho frío!
-Enfermera (Coge la manta y me la pone con brusquedad): Bueno, bueno, te la pongo, pero ahora lo que tienes que hacer es relajarte un poco ¿eh?
Comentario pensado:
Estoy tiritando, ¿no lo ve? No estoy nerviosa, ¡estoy hipotérmica perdía! ¿Es que le cuesta dinero echarme otra manta?

Mi amiga Marian, que me había acompañado, intercedió por mí y le explicó a la doctora Doña Susceptible todo lo que había pasado. Luego, me pusieron un gotero y me aparcaron en observación.
Estuve allí toda la mañana. La parte buena es que mis amigos se acercaron todos al salir de clase a ver cómo estaba, lo cual me animó un montón. Empecé a pedirle a las enfermeras que me quería ir ya, pero me dijeron que hasta que el análisis no llegara, no me podía ir. Empecé a mensajearme con mi madre (se suponía que no se podía usar el móvil allí, pero yo tenía mantas en las que esconderme, jeje) pero la mañana se me hizo eteeeerna.
Cuando por fin llegó el análisis, la doctora Dña Susceptible no aparecía. Me empezaron a dar retortijones (con eso se me pasó el frío) y se me acercó una enfermera porque me vio retorcerme.
-Enfermera agradable: ¿Te pongo algo? ¿Llamo a la doctora?
-Yo: No hace falta, esto me pasa siempre.
-Enfermera agradable: ¿Siempre que te desmayas?
-Yo: No, siempre en mi vida diaria.
Al final me soltaron a mediodía.
-Doctora Dña Susceptible: Te voy a hacer el informe, el análisis está bien. ¿Quieres algo de comer, tienes hambre?
-Yo: No creo que tengan nada que pueda tomar yo.
-Doctora Dña Susceptible: ¿Quieres un vaso de leche?
-Yo: No puedo tomar leche, soy alérgica.
-Doctora Dña Susceptible: ¿Y un bocadillo?
-Yo: Soy alérgica a todo, creo que ya se lo expliqué antes, por el HANA. No creo que haya nada en el hospital que me puedan dar. -Doctora Dña Susceptible: ¿Qué puedes tomar? ¿Un vaso de agua?
-Yo: No puedo tomar agua, me sienta mal. ¿Tienen plátano?
-Doctora Dña Susceptible: No.
-Yo: Pues entonces nada.
-Enfermera antimantas: ¿Y entonces qué comes?
-Yo: Arroz, pollo, jamón, pescado... el pan y la repostería me los hago yo, pero como arroz casi todos los días.
-Enfermera antimantas: Hija, qué aburrimiento.
-Otra enfermera: Eso es que tus padres te hicieron sin ganas.
-Enfermera antimantas: ¿Es que venías sin tiket? Lo mismo por eso no te pudieron descambiar...
Las enfermeras cogieron carrerilla mientras me daban el alta (¡Bendito alta! aunque tuve que suplicarle a la doctora casi de rodillas que especificara que era una urgencia vital y que había ingresado en ambulancia, que ya me ha ocurrido otra vez que por no poner eso, la compañía me hizo pagar a mí la noche en el hospital... brrr).

Fuera estaban esperándome casi toda la gente con la que he ido a Candelario, y Ali, Carlos y David al final se quedaron conmigo a comer para asegurarse de que no me volvía a pasar nada. Me animaron la tarde enseñándome fotos de otros años y viendo vídeos chorras, por lo que no tuve mucho rato para darle vueltas a la cabeza.
Me sentía un poco rara, por una parte tenía una mezcla de vergüenza, preocupación y malestar por lo que había pasado por la mañana, pero por otra parte me reconfortaba -y mucho- el haber visto el apoyo y el cariño que me habían demostrado mis amigos, cuando hace apenas un mes que nos conocemos.
Pero luego sí que tuve tiempo para pensar...
Llevo dos semanas como con las pilas descargadas. Algo pasó ese día que me ha dejado hecha polvo. No tengo energías para nada. Incluso subir unas escaleras me marea, y me tengo que parar cada pocos escalones, como las viejecillas.
He ido al médico de cabecera, que me ha pedido una analítica (en la que por supuesto no me ha salido nada -va y me dice
"Bueno, hay que alegrarse de que no te ha salido nada positivo, eso descarta muchas cosas" y yo pensando en que lo que más quiero ahora es que me salga algo positivo, para poder solucionar esto de una vez!) y me vuelve a mandar a la ronda de siempre: neurólogo, internista, cardiólogo, y un laaaargo etc... Os apuesto lo que queráis a que repetimos lo que hace 12 años que me están buscando y no van a encontrar nada.
Como decía mi querida abuela Celina, voy a morir en perfecto estado de salud. No me pasa nada, pero me pasa todo. ¿Me desmayo y me dan convulsiones? Bueno, pero estate tranquila, que lo tienes todo bien, en los análisis no sale nada raro.
¿Y entonces?

Lo único que parece que está mereciendo la pena son las experiencias que estoy viviendo, vivir sola, la gente que estoy conociendo... Además, el máster se ajusta a mis expectativas. Lo que no lo hace es mi estado de salud, que hace que sea un martirio levantarse por las mañanas y arrastrar el culo 800m hasta la facultad (tardo 10 minutos andando... y se me hacen eternos) y aguantar allí toda la mañana y muchas tardes.
Las clases son interesantes, me encantan casi todas las asignaturas... pero me estoy echando a temblar ahora que empiece a salir a muestrear para el TFM al monte, a hacer censos de arrendajos en el bosque, colocar cámaras trampa, etc... ¡Quiero aguantar! ¡Quiero que mi cuerpo me siga a donde quiero ir! ¡Quiero vivir de una manera normal, sin asustar a la gente cuando hago un esfuerzo que para los demás es perfectamente asumible!
No quiero ser la pupas, la hipocondríaca, la que se observa demasiado, la que pone excusas para todo, la que siempre está mala, la floja, la rara, la quejica, la carga... No quiero. Me niego en redondo. Antes muerta que
sensilla.
Y cada vez que escucho a alguien llamarme así me arden las entrañas.
¿Qué me queda? ¿No decirle a la gente que no voy porque estoy con una crisis? ¿Esperar a caerme redonda en medio del bosque, o de la clase? ¿Exprimir mis fuerzas al límite, hasta que mi cuerpo no dé más de sí?