domingo, 25 de noviembre de 2012

Buceo en Sesimbra a la aventura.

NOTA: Tenía este post escrito desde hace meses, pero estaba esperando a que me pasaran las fotos de la inmersión. Visto que el chico con el que buceé no se ha puesto en contacto conmigo, ya las doy por perdidas.

A finales de junio, mientras preparaba el post de bichitos del Mar Rojo, me entró una morriña enorme. Hacía casi un año que no buceaba y mi seguro estaba a punto de caducar. Y no tenía perspectivas de vacaciones ni de playa. 

Así que a la mañana siguiente le dije a Mugen que si le apetecía hacer una locura. Y decidimos irnos a Sesimbra, en Portugal, a pasar un día en la playa, y echar un buceíto. Aunque las máximas para el domingo fueran de 23ºC y hubiera bastante poniente.


Así que después de una noche de concierto en la Universidad del Metal, viendo a Satcconia (un grupo en el que toca un amigo de Mugen), nos levantamos tempranito y cogimos el caminito a Portugal. La tarde anterior había llamado al centro de buceo para confirmar que iban a salir y que tenían sitio para mí. Les dije que iría a la inmersión de las 13:30, ya que para estar allí para la de las 8:30 tendría que salir a las 5 de la mañana y no iba a poder ser. 

Así que a las 11:30, hora portuguesa, estaba en la puerta del centro de buceo (Anthia Diving Center). Menos mal que se me ocurrió ir directamente allí, aunque faltara tiempo, ya que por problemas de viento iban a adelantar la inmersión a las 12. Y porque Jory había entendido que iba a ir a la de las 8:30... la próxima vez le hablaré más despacio y con sintaxis más simples, porque el portuñol es un idioma bastante complicado.

Total, que fue llegar y empezar a montar el equipo. Iba a ser la segunda o la tercera inmersión del chaleco y del ordenador, que me había comprado en las visitas a Sevilla (porque ya que íbamos al médico, tenía que aprovechar el paseo, ¿no?). Como siempre, hacía un año que no buceaba, pero en seguida recordé cómo se ponían las cosas, monté el chaleco con la botella, hice las comprobaciones de seguridad de los reguladores y me puse el traje.

Mugen se debatía entre quedarse tomando una cervecita en el bar o acompañarme en el barco hasta mi inmersión y esperarme allí. Me acompañó con el carrito del equipo hasta el puerto, donde nos unimos a mis tres compañeros, un muchacho que se estaba sacando el open y su divemaster y un amigo de ellos.

Al final Mugen se animó y se subió al barco. Se puso un poco nervioso cuando iba llegando el momento en el que tenía que echarme al agua, pero me ayudó a ponerme los trastos. Me puse el chaleco en el agua, porque me resulta más cómodo (ya que soy tan chiquinina, prefiero la no-gravedad del agua a tenérmelo que cargar a los hombros, aunque sea solo un minuto). Se nota mucho el cambio de usar el cinturón con los tres plomos, a meter dos en los bolsillos de lastre de mi nuevo jacket, ¡¡es un descanso para los riñones!! Me puse el ordenador y los guantes y empezamos a bajar.

Como siempre, mis oídos no quisieron ni oír hablar de bajar (jeje, qué chiste tan malo), así que estuve cerca de 15 minutos para compensar los primeros 8 metros. Es complicado cuando el agua está a 16ºC, no hay cabo por el que bajar, hay corriente y dos buceadores te miran desde el fondo un poco aburridos. Aun así, lo conseguí, y empezamos el recorrido.

Estábamos a las afueras del dique del Porto de Abrigo, porque había bastante poniente, y el agua se ensucia mucho allí con este viento; además, el mar estaba bastante rizadillo fuera de la ensenada, así que estuvimos entre las piezas de hormigón tetraédricas que formaban el dique.

Llegamos a 15 metros y algo, pero la visibilidad estaría entre 6 y 10 metros, dependiendo de la profundidad. Hicimos más bien roqueo, aunque sin tocar mucho las piedras, porque había muchos gobios de colores y no quería asustarlos. Me llamó mucho la atención la falta de erizos de mar; mientras que en las costas granadinas hay lugares en los que tapizan prácticamente todo el espacio, aquí yo conté 6 en toda la inmersión.

También vimos bastantes crinoideos (sobre todo Aiptasia mirabilis) y poliquetos (Sabella spallazani); algunas esponjas (Axinella polipoides y Crambe crambe), un nudibranquio pequeñito que no he sabido identificar, y una sorprendente gorgonia a tan sólo 10m de profundidad.

También había mucho pescado. Distinguí  sargos (imperial, Diplodus cervinus, y puntazo, Diplodus puntazzo), muchos fredis (Thalassoma pavo) en fase macho y en fase hembra, julias (Coris julis) y salmonetes, además de los gobios, las momas y los blénidos que pululaban sobre las rocas, cubiertas de plumas de mar.

Los gobios son peces bentónicos que viven apoyados sobre el fondo, ya que sus aletas ventrales se han modificado para formar una ventosa. Los blénidos, también conocidos como peces babosa, no poseen escamas y tienen unos tentáculos supraorbitales y nasales, apoyando las aletas pélvicas sobre el suelo. La diferencia con las momas, que también viven sobre el sustrato de manera similar, es que éstas tienen un hocico alargado y poseen escamas.

Tras 74 minutos bajo el agua helada, con los pies y las piernas insensibles, salimos a la superficie. Yo tiritaba, y hasta que no me di una buena ducha caliente en los vestidores del centro de buceo, no dejé de temblar.

Bucear da mucha hambre, y nos sentamos en el chiringuito para comer. Yo llevaba un pan de molde al microondas y unas hamburguesas caseras en una fiambrera, que junto con un poco de mayonesa se convirtieron en un manjar improvisado.


Y luego, ¡a la playa!


Con en frío que hacía, no apetecía bañarse, pero al solecito se estaba bien. En Semana Santa ya habíamos estado allí y nos había gustado mucho. Es verdad que en esta playa hace mucho aire, pero es grande y aunque haya gente no está atestada.


Pasamos la tarde allí, disfrutando de la libertad recién estrenada de ser una licenciada.

¡Quiero más!

2 comentarios:

  1. Tenemos que escaparnos otra vez. ¿Qué tal se bucea en Diciembre? jejeje.

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    Respuestas
    1. En el Mar Rojo, fenomenal, así que como tú veas... jijiji... ^_^

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