lunes, 19 de octubre de 2009

Submarinismo en apnea - mis primeros pinitos en inmersión nocturna

La semana pasada fui a bucear con gente del CUGAS, el club de buceo de la universidad de Granada. Yo fui a hacer apnea, porque aún no tengo licencia para la botella (tengo unas ganas de sacármela...)

Pepe me recogió por la mañana y nos fuimos a comer a casa de Teo, para irnos después los tres a hacer apnea a una playa llamada Cantarriján.


Me lo pasé bien, estábamos todo el rato de colegueo, aunque me costó adaptarme a nadar con neopreno, que nunca lo había hecho; además, estos dos dieron por supuesto que me lo sabía poner y al final hice un poco el ridiculo porque me puse la parte de arriba al revés. Luego nos fuimos a otra playa, la Herradura, donde nos ibamos a juntar con Pablo y Maybe para hacer una inmersión nocturna.

Cuando se puso el sol, nos metimos en el agua. Yo también, con mi tubo y una linterna; ya que estaba allí, me iba a meter, si no, vaya aburrimiento; además, iba a quedar por miedosa. La verdad es que ésta la disfruté mucho más que la anterior, a pesar de que iba sola, pero bueno, antes de que empecéis a reñirme, no era tan peligroso, no me iba a alejar de la línea de costa y el mar estaba como un plato, así que allá fui. Prefiero arrepentirme de haber hecho cosas que de no haberme atrevido a hacerlas, porque de ésto último ya estoy algo cansada.

Cuando nos metimos en el agua,Pepe me llamó, me dijo q apagara la linterna y agitase las manos dentro del agua; me sorprendí al ver que miles de lucecitas microscópicas se iluminaban un segundo de color verde fosforito en el agua negra. Despecían luz como medida de defensa, creo, y con cada pequeña agitación, como las olas sobre las rocas, se iluminaban  como un cielo estrellado submarino.

Nos despedimos, encendi mi linterna y me alejé de  ellos con la intención de bordear las rocas y buscar bichos por allí. En cuanto vi que no tenía nada de frío, que las gafas me estaban bien y que el agua estaba bastante transparente, me relajé y empecé a disfrutar de verdad. Había olvidado lo agradable que podía ser bucear, aunque fuera sola y de noche. Lo bueno de ir sola es que vas a tu aire, y no tienes que ir atenta a los movimientos de los demás; lo malo es que sé que he visto un montón de bichos, pero no sé qué son. Los peces dormían al compás de las olas, suspendidos mágicamente sobre el fondo, mientras otros nadaban y se espantaban a mi paso. Había multitud de Astroides calicularis, unos cnidarios naranjas, típicos de estas costas, esponjas, pepinos de mar, anémonas... Intenté bajar un par de veces, pero como esta vez no llevaba plomos, me fue imposible, flotaba como un corcho.

A la hora, empece a notar que el agua estaba como más turbia, no se veía igual, y además la profundidad había crecido (esto no es un problema, con el neopreno se flota un montón, además no llevaba plomos de ningún tipo, así que era imposible hundirme). Me acerqué un poco más a la costa y mientras intentaba averiguar lo que ocurría, miré la luz de la linterna y vi que estaba marrón, a punto de apagarse....

En ese momento, ya a oscuras, saqué la cabeza por encima del agua, y vi que la playa estaba lejos, bueno, no supe calcular, pero me pareció lejísimos. Me puse a nadar rápidamente hacia las luces de la playa, consciente de que si me acercaba mucho a la costa de acantilados me podía romper una pierna con las rocas que emergían por allí, o clavarme los erizos... Me daba la sensación de que apenas avanzaba en el agua negra, de hecho, me parecía que la coriente me acercaba a las piedras. La única luz que tenía eran los pequeños dinoflagelados que chocaban con mis gafas y mis manos. Pasado el momento de pánico, me tranquilicé y me concentré en las posibilidades que tenía y en racionar mis fuerzas. Unos minutos después intenté volver a encender la linterna; se había recuperado un poco, así que me parecía que avanzaba más rápido, pero enseguida se volvía a apagar, así que decidí quedarme quieta, a oscuras, mientras se recuperaba,  y acercarme a los acantilados cuando la luz volvía a encenderse. Todo el rato estuve escuchando unos chicos que había en una de las playas del acantilado, de fiesta, y me fijé en que tenían una pequeña hoguera, así que avanzaba despacio hacia ella, con la intención de salir por allí, que estaba mucho más cerca que la playa por la que había entrado.



La linterna no aguantaba mucho más, pero vi que el fondo empeazaba a ascender y ya no había rocas en mi camino, así que ya a oscuras completamente, toqué tierra en la playa de los muchachos. Las olas me revolcaron mientras intentaba quitarme las aletas, y al mirar por encima de mi hombro, distinguí a los chicos muy cerca de mí, creo que me alumbraban con un movil y escuché que decían "Es una roca, es una roca" Pero no caí en la cuenta hasta que al levantarme y decirles "hola" salieron chillando y corriendo por la playa. De todas formas conseguí que un valiente me acompañara hasta la salida de la playa, que llevaba a la carretera. Y así volví, andando hasta la playa, un kilómetro más lejos, con las aletas bajo el brazo y más fastidio que miedo por haber tenido que interrumpir la inmersión.

La verdad, parece más de lo que realmente pasó. No creo que estuviera a oscuras más de un cuarto de hora, y la playa no es muy grande, como mucho nadé 500 m desde que se me apagó la linterna.

Pepe se llevó una bronca por mi parte por haberme dado una linterna con las pilas flojas...

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